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junio 14 de 2022
Los camellos del Corán

Una reflexión sobre la urgencia de visibilizar los avances en salud para que la desinformación no dé al traste con una de las mayores conquistas sociales de Colombia desde 1991

El final fue inesperado. A finales de febrero, fiel a la indignación propia de las redes sociales, un tuitero propuso hacer tendencia una iniciativa de ofrecerles un “funeral a las EPS”.

Espontáneamente, los usuarios comenzaron a contar sus experiencias: “Mi mamá tiene controladas sus tres patologías crónicas, incluyendo revisiones constantes de poscáncer de mama y función renal. La ve nefrólogo cada dos meses. ¿Cuánto paga? Nada”. “A mi mamá, la EPS le hizo un reemplazo de cadera que no tuvo costo alguno ni por la cirugía, ni por la hospitalización, ni por los medicamentos”. “Cirugía mayor y cuatro días de hospitalización. 29 mil pesos”. Y así, cientos de mensajes del mismo tenor.

Nadie habría deseado que ocurriera una pandemia para que se promoviera una reflexión colectiva más profunda sobre las bondades del sistema de salud colombiano. Pero las noticias sobre ciudadanos que en otros países latinoamericanos debían vender sus casas o sus carros o contraer deudas casi que vitalicias para pagar las hospitalizaciones por COVID –algo que definitivamente no ocurrió en Colombia– no solo trajo a la memoria que los hogares del país, hace ya varios años, superaron ese tipo de desprotección financiera, sino que motivó a más de un usuario a valorar los progresos conseguidos en salud durante los últimos 30 años. No de otra manera se entiende que aquella tendencia en contra de las EPS terminara provocando el efecto exactamente contrario al buscado.

Análisis menos pasionales que los promovidos en las redes sociales ratifican ese reconocimiento. El más reciente Estudio Nacional de Evaluación de los Servicios de las EPS, contratado por el Ministerio de Salud, muestra que 82 % de los usuarios recomendaría a su EPS, y que el 78 % califica como buena o muy buena su experiencia en el sistema.

Derecho a la salud

Y es que el aseguramiento en salud convirtió en parte de la vivencia cotidiana del ciudadano el acceso efectivo y la cobertura de un amplio y completo portafolio de servicios, que finamente ha permitido materializar el derecho expresado en la Constitución de 1991. Lo anterior es particularmente evidente para aquellos que tienen la posibilidad de contrastar la realidad del acceso antes y después de la vigencia del actual sistema de salud.

El sistema ha permitido que se desarrolle y se sofistique progresivamente un sector de empresas de aseguramiento en salud que han consolidado con el tiempo su función de representación del usuario frente a los prestadores de servicios de salud y se han convertido en un garante del acceso y de los derechos del usuario cuando se presentan dificultades. Hoy cada colombiano tiene una entidad cierta a quien exigirle sus derechos y que tiene la responsabilidad legal de acompañarlo y resolver sus necesidades.

De manera paralela al aseguramiento, la evolución del sistema ha permitido el desarrollo de muchos y muy diversos prestadores de servicios de salud. Un sinnúmero de iniciativas empresariales ha podido ver la luz en estos casi 30 años, con grandes ejemplos de innovación, con incorporación de nuevas y valiosas tecnologías a la oferta de servicios del país y en muchos lugares de la geografía colombiana, y con cifras muy relevantes de generación de empleo.

Otro logro poderoso construido a lo largo de estas tres décadas es el innegable avance en los indicadores que miden los niveles de acceso y de servicio a las coberturas del sistema, pero garantizando la contención de costos evitables e innecesarios. En medio de un entorno global y regional donde son frecuentes los ejemplos de fracasos en la financiación, esos indicadores han sido un instrumento fundamental para que el sistema colombiano haya logrado mitigar, por lo menos hasta el momento, la amenazante tendencia global de incremento en los costos de salud y la incapacidad de muchos gobiernos de financiarla.

Una mirada más técnica y detallada también permitiría reconocer, como resultado de estos años de operación, un increíble acervo de estrategias de gestión de riesgo y de intervención en salud que han sido la palanca y el vehículo para el logro de grandes resultados de valor en salud sobre la población. El aumento de la esperanza de vida en Colombia de 70 a 76 años en las últimas tres décadas es atribuible a varios factores, pero uno de ellos, indiscutiblemente, es el mayor acceso a la salud.

Que no se vuelva paisaje

No son pocos los desafíos para los próximos años. Conseguida la meta del aseguramiento universal, el sistema debe enfocarse en la calidad. Para ello es necesaria una política que incentive los mejores resultados y la reducción de trámites que entorpezcan la prestación de los servicios. El sistema también requiere que las buenas experiencias de los usuarios que viven en las capitales sean similares para aquellos que viven en zonas apartadas.

Y, por supuesto, el sector también demanda una mayor labor pedagógica orientada, por una parte, al mantenimiento de la salud, y por otra, a generar un mayor conocimiento sobre el funcionamiento del sistema. Esto implica que los usuarios adquieran una mayor consciencia sobre las ventajas del modelo colombiano frente al de otros países, a valorar los logros de los últimos años y, en fin, a fortalecer la llamada “cultura de la seguridad social”.

La costumbre tiende a volver invisibles las cosas más próximas. Una famosa historia cuenta que el escritor argentino Jorge Luis Borges consideraba que la ausencia de camellos en el Corán era una prueba irrefutable de que era un texto árabe. Así mismo, la escasez de reconocimientos públicos de los avances en salud pudo haber sido una prueba de que, en las últimas décadas, los colombianos se habían acostumbrado a disfrutar su derecho a la salud. Solo cuando la pandemia nos puso a pensar en el sistema de salud –en los camellos– recordamos el valor de su existencia.



JUAN PABLO RUEDA Presidente de Sanitas y de la Cámara de Aseguramiento en Salud de la ANDI
CARLOS DÁGUER Director de la Cámara de Aseguramiento en Salud de la ANDI